Tarta frita y Empanadillas: dos gemelos heterocigotos

de Pasquale Ancona

 

Soy Pugliese, de Martina Franca y lluegué a Parma para conseguir la especialización en Periodismo. La primera cosa que hice mi primer día en Parma fue buscar un sitio dónde ahogar las penas de la nostalgia de casa.

Fue así, que en uno de los mejores restaurantes de Parma, tuve mi primera sorpresa.  

Vi comparecer a primera lectura del menú, entre los elementos del overture, la voz "Tarta frita".

“Disculpe”, pregunté al camarero: “¡La tarta no es un dessert, es una entrada”!”, “También yo – contestó un chico más grande que yo y como descrubrí después tenía origen en el mismo lugar que yo – en principio tuve el mismo estupor”.

Después descubrí que en realidad era una entrada; es decir una pasta frita sobre la cual poner por lo meno dos trozos de jamón crudo y esperar que las papilas gustativas hicieran los saltos mortales.

En realidad cuando llegué el plato, fue mi corazón a hacer los saltos de alegría. ¿Qué tenía delante de mi? Una empanadilla vacía. Aquella infalible idea de mi abuela que guardaba un trozo de pasta para freír sin relleno, sobre la cual poner un trozo de bife y para comer si la décima empanadilla no hubiera llenado todos los espacios.

Me sentí de verdad en casa, pero con la novedad, excitante, del jamón crudo.

La empanadilla, fue el pensamiento más rapido que asocié a la palabra casa, representa la falta más grande que un estudiante pugliese pueda probar. Haberla encontrada allí, con una pinta diferente pero en todos los casos conocida, hizo más agradable el pensamiento de un invierno frío y brumoso.

Hoy puedo solo describir este momento como una magia, después haber comido decenas de tartas fritas con doble trozo de jamón.  

Una magia que solo Parma podria darme, y que confirma la decisión universitaria que he tomado.

¡Buen provecho!

 

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